martes, 31 de marzo de 2009

Tempus Fugit

Una vida. Una sola, lineal, con causas y consecuencias, anteses y despueses, sin vuelta atrás. Eso es lo único que realmente poseemos: nuestra vida; efímera y eterna.

Cuando nacemos el gran reloj de arena que contiene el tiempo del que disponemos, EL TIEMPO, el único tiempo que importa, gira, empieza a caer irreversiblemente. Un grano, segundo, minuto, latido, parpadeo, año, eon detrás de otro y otro, y otro más, imparable, constante y calculador el tiempo de nuestra vida se desgrana, cae, caduca, se gasta, se desvanece, y entonces ya no es.

Es en este tiempo, el nuestro, en el que hemos de encajar, a fuerza de golpes o con toda suavidad nuestros sueños anhelos e ilusiones. Y, entonces, en ese preciso instante, se crea en nuestra pobre e infeliz mente el gran dilema: ¿como decidir qué es lo importante, lo que merece que le destinemos una partida importante del presupuesto de tiempo disponible?

Porque cada segundo que pasas decidiendo es uno menos que te queda, pero, si no decides bien, ¿estás tirando tu vida?
¿echándote a perder? ¿perdiendo el tiempo que no vuelve?

Perder, perder, perder, porque dejar de hacer una cosa para hacer otra también es perderla. Porque elegir una dirección en la que caminar implica descartar el resto.

Y, a veces, si te quedas muy quieta y callada, los puedes oir como caen, susurro casi imaginado, y el balance de decisiones de tu vida deja de importar porque lo que importa es lo que aún queda, todos los granos por caer, los segundos por vivir: la canción del tiempo en tus oídos.

ANTIPRIMAVERA

¿Hasta qué punto merece la pena perder parte de tu independencia, de tu "yo", de esa "persona virtual" que tanto tiempo y esfuerzo te ha costado montar - pieza tras pieza de Lego - para hacerle sitio en los cajones de tu alma a otra persona?
¿Para qué pasar de ser YO a ser NOSOTROS cuando las probabilidades de éxito son tan escasas?
Porque luego esas habitaciones prestadas quedan desiertas. Sólo quedan algún que otro poster en las paredes, fotos rotas: calcetines huérfanos.
¿Y de dónde sacas entonces las fuerzas para, bote de pintura en mano, hacértelas de nuevo tuyas?
¿Cuantas capas de pintura necesitarán para olvidar las sombras que se reflejaron en ellas?

Piedra

Todo empieza con una piedrecita pequeña, diminuta. Puede ser sólo una mirada, una sonrisa diferente, un ligero escalofrio en la nuca. Y piensas. Y la piedra crece. Caminando por la calle, fregando los platos, das vueltas y vueltas alrededor de la pequeña piedra. Y cada vez es más grande. Y hay otra mirada, otro escalofrio, ¿un beso?. Y vuelves a girar. Con el tiempo, alrededor de la piedra se abre un surco, un camino bien marcado. Y el surco crece. Y caminas a la sombra de la piedra. Cada dia que pasa la sombra crece, hasta llegar a ser omnipresente. Y ahí está la sonrisa. Un metro más. Y los comentarios...Hasta que te hundes completamente en la oscuridad. Y ya no ves la piedra. No te acuerdas de como empezó. Puedo controlarlo, puedo dejar de pensar. Pero no puedes. Y caminas, caminas, caminas girando siempre. Ni siquiera te das cuenta pero tus pies se mueven, un paso y otro y otro más, siempre girando. Y si no hay más sonrisas,ni escalofrios, ni miradas, el surco, poco a poco, de manera imperceptible se va rellenando, y vuelves a ver la piedrecita. Y te ries de tu propia estupidez. Pero no pisas terreno firme. Un solo fallo. Un solo paso en falso y el terreno se abre bajo tus pies. Y caes, abajo, muy abajo, hasta que todo está negro. Y, de manera inconsciente, muy poco a poco, tus pies empiezan a moverse, y, cuando te das cuenta, estás girando otra vez.
Lleida – 10/12/00