miércoles, 16 de mayo de 2018

tijeras

Hoy me he cortado el flequillo, y he hecho un desastre, as always.
Mientras cortaba, recortaba y vaciaba (curioso concepto el de vaciar el pelo, como si mi flequillo fuera un recipiente del que se pudieran sacar cosas) he empezado a pensar en tijeras, en las muchas y variadas tijeras que tengo.
He empezado la enumeración mientras me duchaba para deshacerme de todos los restos de la poda del flequillo.
Tengo tres para los pelos: La de cortar, la de vaciar y la pequeñita para recortar los pelitos de la nariz sin hacer una masacre de pituitarias. He seguido por las uñas, unas, porque los cortauñas (2) no cuentan. Y van cuatro.
Luego vienen la de cortar papel normal y la que hace zigzagues cuando quiere y las dos de manualidades varias. Y son ocho.
Las de podar y unas viejunas para bricolajes sucios que elevan la suma a diez.
Hay dos en la cocina. La docenita.
Las pequeñitas de bordar (que eran de mi madre pero que se vinieron a mi casa un día y aquí siguen), las de cortar tela que hacen zigzagues (pinking shears), las de cortar tela normales - que vinieron de Toledo, ojo! las que llevo en el neceser de las clases de labores (gracias Fanny) y que viajaron por toda España en la furgo cuando tenía bolos por un porsiacaso. Estas igual cortan papel que lanas cuquis que bridas ¡tela no!. Tengo dos cortahilos y un descosedor, pero no son tijeras. Así que dieciséis.
Unas minúsculas que venian con un costurerito cuqui (gracias Rous) y las del otro costurerito cuqui que no pude evitar comprar porque venia en una cajita metálica - lo de las cajas lo dejaré para otro día que también tiene tela.
Dieciocho.
Dieciocho tijeras.
Tengo dieciocho tijeras.
¿Cómo me ha pasado esto?
¡Sufro de diogenismo tijeril y no me había dado cuenta!
The Horror!

Aunque... repasando la lista, creo que me faltan unas de sastre.