lunes, 19 de febrero de 2018

Podría haber sido peor


El día no había empezado bien.
Tras una previa de pesadillas de las de despertarse sentada y lagrimeando, había parado el despertador y dado media vuelta.
Al despertarse, acompañada por la cefalea habitual de las mañanas extrañas, se levantó a subir las persianas: las pobres plantas no tenían la culpa, y una cosa es ser de interior y otra vivir a oscuras. Aun así, no tienen mal aspecto, no como ella.
Un té para espabilar las pocas neuronas que conectan y una olla al fuego, hoy verdura, para encarrilar el día.
Mientras se cuece, y se bebe el té, ya tibio, se pierde un rato en twitter. El dolor de cabeza está menguando, afortunadamente. Aun sacará algún provecho de la jornada, piensa.
Pone la mesa, apaga el fuego. La verdura ya está. Un huevo irá bien con la verdura. Pochado, al micro, sin aceites, sin complicaciones.
Pone un poco de agua en un bol, rompe el huevo y lo deja caer dentro. Platito para tapar el invento y un ratito de micro.
Y de repente BUUUUUUUM.
Se gira y ve el microondas abierto y restos de metralla de huevo cocido por el suelo, la nevera, las baldosas de la cocina, la puerta del armario que hay debajo del micro.
No he pinchado la yema”, piensa cuando se le pasa el susto y la taquicardia y las pocas neuronas que conectan leen la situación por lo que es, y no el inicio de una guerra. “podría haber sido peor” piensa también.
Se arma de valor y del rollo de papel de cocina y recoge los restos. Empieza desde fuera hacia el epicentro. Primero el suelo para llegar hasta el fregadero. Entonces con una bayeta mojada limpia la nevera, el armario, las baldosas. La yema, con algo de clara aun pegada la mira desde debajo del microondas, el bol está intacto, pero al platito le falta un trozo. Que mala suerte tengo con los platos pequeños, piensa, mientras recoge el interior del micro, que parece un cuadro de Pollock.
Hace poco que vuelve a cocinar huevos. Ha pasado por un periodo de aversión a la visión de un huevo crudo que hace que luego le resulte muy difícil comerlo una vez cocinado. Está empezando a mejorar. Y ahora tiene la cocina llena de trozos de huevo de gallina feliz. Son gallinas felices que pasean por el campo y las conocen por el nombre, pero a ella le dan miedo. Siempre le han dado miedo las gallinas, y por extensión los pájaros. Cree que si se acerca le picarán los ojos. Piensa que es porque de pequeña debió de soñar algo parecido, lo de las pesadillas viene de lejos. Y ahora toda su casa huele a huevo.
Sigue limpiando cachitos de clara. Y se pregunta porqué los microondas tienen plafones con agujeritos en el interior. Ahora todos los agujeritos tienen huevo dentro. Los del grill también. Le viene una basca pensando en la próxima vez que use el grill.
Cuando ya no se ve más huevo y después de pasarle un jabón por dentro al aparato, decide comer, que la vida sigue.
Hoy con la verdura, comerá atún.
Y de postre una naranja.
Y nutella, y a la mierda el encarrilamiento del dia.
La cefalea, mientras tanto, ha vuelto para quedarse.
Por lo menos hace sol.