jueves, 29 de octubre de 2009

miedo

El mundo es un lugar terrible, lleno de ruidos, olores, luces que hieren mis sentidos y se clavan en mi cabeza.
El mundo da miedo.
A veces cruzar la puerta de la calle es la mayor de las aventuras y hay que hacer acopio de todo el valor guardado por los rincones para girar el picaporte.
El miedo es un animal feroz, salvaje, inteligente. Se aprovecha de los descuidos, puede colarse por la rendija más insignificante en la armadura de la mente. A continuación disemina sus tentáculos atenazando poco a poco todo el cerebro invadido, y por extensión todo el cuerpo.
Es muy fácil rendirse al miedo, dejar que llene la mente de oscuridad, refugiarse en una cueva pequeña y escondida donde no pueda encontrarte, y esperar, quieto, muy quieto a que suceda el milagro y el miedo desaparezca.
Pero los milagros no suceden a menudo y la cueva es tan cómoda y segura que poco a poco te haces un hogar en su interior y pones cortinas y alfombras a conjunto con la colcha, y pintas las paredes de un color alegre.
De vez en cuando recuerdas que hay un mundo fuera de la cueva, pero, hay monstruos en ese mundo, y no sales. Y cada dia el recuerdo de las cosas buenas es más lejano y borroso y solo se recuerda el miedo. Si pasa suficiente tiempo, la puerta de la cueva se olvida, tapada tras las cortinas "porque hay corriente" te dices, y olvidas cómo salir.
Ya sólo quedan la cueva y el miedo.
Y pasa más tiempo.
Y llega un dia en el que oyes voces fuera ¿fuera? ¿que es fuera? Y esas voces despiertan recuerdos, y buscas el camino hacia ellas, poco a poco vas quitando las cortinas hasta que encuentras la salida. Es un pasadizo oscuro, húmedo y con telarañas pero es de ahí de donde vienen las voces. Así que linterna en mano, te abres camino por el pasaje. El primer dia das unos pasos y vuelves corriendo a la seguridad de la cueva, tardas semanas en volver a intentarlo, pero centímetro a centímetro consigues salir. Y entonces es cuando recuerdas porqué estabas allí porque justo en la puerta te espera el miedo que no envejece ni mengua con el tiempo, que sólo desaparece cuando dejas de huir y le plantas cara.
El miedo no puede volver mientras te mantienes firme, sin bajar la guardia jamás, y riéndote en su cara de vez en cuando.
No hay nada como la risa para disipar el miedo. La risa tapa las rendijas para que no pueda entrar, lo mantiene a raya acorralado debajo de las camas y las escaleras hasta que te despistas y le das la espalda.