jueves, 25 de febrero de 2021

no és teatre

Jo vaig estudiar a l'Aula Municipal de Teatre de Lleida, de 1999 a 2002. Jo hi era quan va començar. I no vaig fer-hi res. Això és el que em passa pel cap cada cop que hi penso. No vaig fer-hi res. Encara que no conegués les noies dels grups d'adolescents, no vaig fer-hi res. Encara que a partir del segon any nosaltres anéssim de mati i elles de tarda, no vaig fer-hi res. Jo era una persona adulta; tenia 25 anys quan vaig començar a l'Aula: i no vaig fer-hi res. El que per a mi va ser un lloc de llum on vaig aprendre tant, on vaig fer amics que encara conservo era, al mateix temps, un lloc tèrbol per a elles. I no vaig fer-hi res. El 2018, nou dones, amb el suport del col·lectiu Dones a Escena, van presentar una denúncia per abusos contra dos professors de l'Aula de Teatre de Lleida. El 2019, va començar la campanya de Dones a Escena #NoEsTeatro per a fer visibles aquells abusos i ajudar altres possibles víctimes a posar nom al que els havia passat. El 2020, el diari Ara va publicar un article d'investigació sobre els 20 anys d'abusos a l'Aula, que donava veu a desenes de víctimes. Dins del sector, hi ha els que hem donat suport a les noies com hem pogut i els que han minimitzat o negat tot l'afer. I va arribar aquest projecte i m'hi vaig llençar de cap sense saber-ne el tema, perquè la primera edició em va encantar. Quan el vaig saber, ho vaig tenir clar i, després de demanar el permís de les denunciants via la Roser Guasch i la Isabel Mercé, m'hi vaig posar. El disseny es divideix en dues parts. D’una banda, hi ha una selecció de les frases que es van utilitzar a xarxes, així com el hashtag #NoEsTeatro que les acompanyava. Per a mi, les diferents tipografies reflecteixen les diferents veus. I hi he utilitzat el gris com a color mort, de passat, de runa i cendra. Les flors són les nou noies que van denunciar, iguals però diferents alhora, que no estan soles: estan unides per una cadena viva, d'amor i de sororitat que està en un pla superior al del text i que l'esclafa. Aquesta liana/cadena té circells per acollir les que encara no han pogut parlar i, com les arrels que tiren avall edificis mil·lenaris, anorrea les no-persones que mai haurien d'haver estat allà. Després de molt de temps sense saber com ajudar, què fer, com posar el meu granet de sorra, al final ho he trobat en els fils i les agulles, vells coneguts meus. El brodat no és el meu medi habitual, però m'hi he trobat força còmoda i he descobert que m'encanta fer nusos francesos. Jo vaig patir bullying de joveneta i entenc l'estrès posttraumàtic, entenc com algunes experiències condicionen qui ets i com et relaciones. Per a mi, aquestes dones són molt valentes. Molt. Moltíssim. Jo hi era quan va començar i, ara, hi he fet quelcom al respecte.
Aquest és el text que acompanya la meva aportació brodada al projecte Volem Fer Saber, del cosit a la paraula del Centre d'Art la Panera i la Sandra March.

sábado, 11 de enero de 2020

Saying Goodbye - the audiovisual chapter

I'm not good at goodbyes.
In fact I'm quite bad at it.
This is due to my deficient channeling of emotions.
I bottle things up, and they fester.
I wrote about it in here.
It was about books.
This installment is about series and movies.
I've had two series unfinished for a long time because I couldn't say goodbye to the characters: I knew it'll hurt badly and I'm a coward.
And it has.
Last month I summon up the courage to face my fears and I cried my eyes out saying goodbye to Finn and Jake, and Bonnibel and Marceline and everyone at Adventure Time.
Then came Star Wars Ep IX, and saying a teary goodbye to Leia served as a kind of closure for the loss of Carrie too. And here they come again, when I thought I had run out of them.
And now, I'm still drying my face and my eyes are all puffy again.
Because I've managed to finish watching Sense8.
I fell in love with the series in the first episode and my heart broke when it was cancelled. I've been unable of watching the end until today.
And I've cried a lot because they were, are like family and I'll miss them as I miss Finn and Leia, and Kaylee and so many others.
Anyway, I'm so grateful for the ending of Sense8, for the closure. I know I'll wonder about their lives from that moment on but to know how that arc ended is important to me.
I'm still coping with the Firefly fiasco.
So maybe I'm getting better at goodbyes, maybe I'm eyebrows deep into a well of self destructive behaviour.
But I think it's the right path, all these closing of doors.
this text is an awful stream of consciousness and I know it, but here it is nonetheless, from my chaotic mind to yours with love.

miércoles, 13 de marzo de 2019

cuando el vaso se llena

El vaso de mi desagrado, ira y cabreo hacia los responsables de la gestión de los parques y jardines de Gimenells hace ya tiempo que iba llenándose gota a gota, pero la tala injustificada del pyracantha la semana pasada desbordó el vaso sobremanera.
Y escribí una carta de la cual esta es la tercera versión. La primera y la segunda eran, según me han dicho los que las han leído, ofensivas y podrían haberme acarreado problemas legales, por los exabruptos y eso.
Aquí dejo, por si le interesa a alguien, la tercera iteración.

No pueden des-talar el pyracantha o des-podar los cedros  pero por lo menos he dejado constancia de mis sentimientos al respecto y con un poco de suerte ayudo a salvar los rosales.

sábado, 10 de noviembre de 2018

reformas - 1

Después de años de hacer planes sobre cual sería la fase uno, el protocolo a seguir, el orden correcto para reformar el piso sin tener ganas de quemarlo todo y empezar desde los cimientos el otro día, casi sin darme cuenta, estaba arreglando el techo de la cocina.
La verdad es que tuve un falso inicio antes de mi caída en el pozo de la ansiedad, las somatizaciones y la terapia y el pasillo se ha pasado años medio desengotelado, pero en realidad, la fase uno empieza por la cocina.
Y ahí estaba yo, subida a la escalera, quitando las molduras.
Mi cocina tenía (que bonito,el pasado) molduras, de porexpan, mugrientas porque no había manera de verlas limpias y ocultaban SECRETOS.
El primer secreto que salió a la luz fue el adhesivo de montaje aplicado con generosidad tanto en el techo como en las baldosas.
El segundo fue descubrir la calidad de la instalación eléctrica - que ahora tiene todo un apartado en el proyecto reforma - yuhu, que ilusión-.
El tercero fue el vacío entre la pared y el techo, unos dos dedos de alto, un par de palmos de ancho, sobre el armario encima del fregadero, una zona de fácil acceso donde las haya.

Porque mi techo tiene orografía, O-RO-GRA-FI-A que ha aparecido en forma de acantilados y capas sedimentarias ocultas bajo el papel, si, el PAPELl que alguien tuvo la brillante idea de poner encima de todo el paisaje. Porque el techo fué marrón oscuro, y marrón claro, y verde, y blanco. Es como una máquina de tiempo y para viajar atrás sólo necesitas gafas de seguridad, mascarilla y una rasqueta.
Por el sistema de cuevas al que se accedía por el agujero encima del fregadero subían  hasta mi piso los efluvios miasmáticos de décadas de aire encerrado rodeando las bajantes del edificio mientras ruidos de bestias antediluvianas reptaban desde las entrañas de la tierra. Por eso tapar el agujero se convirtió en el primer punto a solventar.
Pero, cómo lo hacía? Pues con albañilería creativa. Después de tirar agua bendita por el agujero just in case, utilicé unos recortes de porex( porque una todo lo guarda y aún estaba por casa la caja del ventilador que compré antes del verano) de la medida adecuada para unir la pared con el techo. Una vez creada esa barrera protectora mágica, con algún trozo de porex cayendo hasta las profundidades del averno, empezó el proceso de enmasillado y, poco a poco, el agujero desapareció.
Una vez clausuradas las cavernas procedí a eliminar el adhesivo de montaje de las baldosas, el del techo afortunadamente saltó con el papel podrido. Mazo en una mano y con un destornillador plano como cincel/escoplo recorrí el perímetro de la habitación haciendo saltar trozos de potingue. Con las gafas de seguridad puestas, of course. La mascarilla no. Odio la mascarilla. Mucho. Me siento morir cuando tengo que respirar detrás de ese engendro del diablo mucho rato. Y normalmente estoy medio ahogada y subida a una escalera, esto sí que es un deporte de riesgo y no el barranquismo. Así que si no es muy necesaria, me la quito. Las gafas no. I love las gafas de seguridad porque tengo como una tendencia natural a que me entren cosas en los ojos y acabar haciendo el pirata por el mundo poniéndome pomadas pringosas.
En mi cocina no hay luz, de la que se enciende al darle a un interruptor, porque desmonté el fluorescente del techo para poder rascar debajo. Eso implica dos cosas, uno - soy una experta cocinando cenas a la luz de una linterna y dos - por la tarde no se puede avanzar el trabajo porque no se ve nada, nada.
Así que la siguiente tarde que las agujetas me dejaron me puse a desengotelar el pasillo.
Desengotelar es un proceso muy satisfactorio. Mojas un trozo de pared, dejas que el agua empape la pintura y luego pasas la rasqueta. El gotelé de mi casa es de la variedad hiriente, vamos que si tropiezas es mejor caerse al suelo en plancha que intentar parar la caída en la pared, a no ser que te gusten las laceraciones, claro.
Ahora las paredes de mi pasillo son lisas, lisas. Especialmente después de la mano de masilla alisadora. La masilla alisadora es mi amiga, pensaba yo. Que producto más maravilloso. Lo fue.
Y ahora estoy desarrollando un fetiche estrañito y cada vez que paso por el pasillo acaricio la pared. Es lisa. Es suave. Es blanca. No tiene bultos ni me agrede. He exorcizado la pared.
Y hoy he intentado exorcizar también el techo de la cocina. Con masilla de alisado.
si...
eso he hecho
La gravedad no es amiga de la masilla alisadora.
La masilla alisadora ya no es mi amiga.
Creo que me odia.
Soy una croqueta de masilla.
A ver, que el techo está mejor y mucho menos orográfico pero yo tengo masilla hasta en las tetas.
Menudo espectáculo. Yo, la gracilidad en persona, gafas puestas, pelo tapado, subida a lo más alto de la escalera como la cabra del espectáculo con la paleta en una mano y el bote de CUATRO QUILOS de masilla en la otra. Bueno, apoyado contra mí rollo bebé extraño de mal llevar.
Y para arriba, y para abajo, y mueve la escalera y empieza otra vez. Hasta que la orografía vieja ha desaparecido, si bien se ha generado un poco de relieve nuevo.Veo mucha lija (y mascarilla) en mi futuro. Estoy muy ilusionada, que sí, que parece que estoy llorando pero es de felicidad, de verdad os lo digo.

Se que tengo brazos porque me duelen.

Seguiré informando.

miércoles, 16 de mayo de 2018

tijeras

Hoy me he cortado el flequillo, y he hecho un desastre, as always.
Mientras cortaba, recortaba y vaciaba (curioso concepto el de vaciar el pelo, como si mi flequillo fuera un recipiente del que se pudieran sacar cosas) he empezado a pensar en tijeras, en las muchas y variadas tijeras que tengo.
He empezado la enumeración mientras me duchaba para deshacerme de todos los restos de la poda del flequillo.
Tengo tres para los pelos: La de cortar, la de vaciar y la pequeñita para recortar los pelitos de la nariz sin hacer una masacre de pituitarias. He seguido por las uñas, unas, porque los cortauñas (2) no cuentan. Y van cuatro.
Luego vienen la de cortar papel normal y la que hace zigzagues cuando quiere y las dos de manualidades varias. Y son ocho.
Las de podar y unas viejunas para bricolajes sucios que elevan la suma a diez.
Hay dos en la cocina. La docenita.
Las pequeñitas de bordar (que eran de mi madre pero que se vinieron a mi casa un día y aquí siguen), las de cortar tela que hacen zigzagues (pinking shears), las de cortar tela normales - que vinieron de Toledo, ojo! las que llevo en el neceser de las clases de labores (gracias Fanny) y que viajaron por toda España en la furgo cuando tenía bolos por un porsiacaso. Estas igual cortan papel que lanas cuquis que bridas ¡tela no!. Tengo dos cortahilos y un descosedor, pero no son tijeras. Así que dieciséis.
Unas minúsculas que venian con un costurerito cuqui (gracias Rous) y las del otro costurerito cuqui que no pude evitar comprar porque venia en una cajita metálica - lo de las cajas lo dejaré para otro día que también tiene tela.
Dieciocho.
Dieciocho tijeras.
Tengo dieciocho tijeras.
¿Cómo me ha pasado esto?
¡Sufro de diogenismo tijeril y no me había dado cuenta!
The Horror!

Aunque... repasando la lista, creo que me faltan unas de sastre.


lunes, 19 de febrero de 2018

Podría haber sido peor


El día no había empezado bien.
Tras una previa de pesadillas de las de despertarse sentada y lagrimeando, había parado el despertador y dado media vuelta.
Al despertarse, acompañada por la cefalea habitual de las mañanas extrañas, se levantó a subir las persianas: las pobres plantas no tenían la culpa, y una cosa es ser de interior y otra vivir a oscuras. Aun así, no tienen mal aspecto, no como ella.
Un té para espabilar las pocas neuronas que conectan y una olla al fuego, hoy verdura, para encarrilar el día.
Mientras se cuece, y se bebe el té, ya tibio, se pierde un rato en twitter. El dolor de cabeza está menguando, afortunadamente. Aun sacará algún provecho de la jornada, piensa.
Pone la mesa, apaga el fuego. La verdura ya está. Un huevo irá bien con la verdura. Pochado, al micro, sin aceites, sin complicaciones.
Pone un poco de agua en un bol, rompe el huevo y lo deja caer dentro. Platito para tapar el invento y un ratito de micro.
Y de repente BUUUUUUUM.
Se gira y ve el microondas abierto y restos de metralla de huevo cocido por el suelo, la nevera, las baldosas de la cocina, la puerta del armario que hay debajo del micro.
No he pinchado la yema”, piensa cuando se le pasa el susto y la taquicardia y las pocas neuronas que conectan leen la situación por lo que es, y no el inicio de una guerra. “podría haber sido peor” piensa también.
Se arma de valor y del rollo de papel de cocina y recoge los restos. Empieza desde fuera hacia el epicentro. Primero el suelo para llegar hasta el fregadero. Entonces con una bayeta mojada limpia la nevera, el armario, las baldosas. La yema, con algo de clara aun pegada la mira desde debajo del microondas, el bol está intacto, pero al platito le falta un trozo. Que mala suerte tengo con los platos pequeños, piensa, mientras recoge el interior del micro, que parece un cuadro de Pollock.
Hace poco que vuelve a cocinar huevos. Ha pasado por un periodo de aversión a la visión de un huevo crudo que hace que luego le resulte muy difícil comerlo una vez cocinado. Está empezando a mejorar. Y ahora tiene la cocina llena de trozos de huevo de gallina feliz. Son gallinas felices que pasean por el campo y las conocen por el nombre, pero a ella le dan miedo. Siempre le han dado miedo las gallinas, y por extensión los pájaros. Cree que si se acerca le picarán los ojos. Piensa que es porque de pequeña debió de soñar algo parecido, lo de las pesadillas viene de lejos. Y ahora toda su casa huele a huevo.
Sigue limpiando cachitos de clara. Y se pregunta porqué los microondas tienen plafones con agujeritos en el interior. Ahora todos los agujeritos tienen huevo dentro. Los del grill también. Le viene una basca pensando en la próxima vez que use el grill.
Cuando ya no se ve más huevo y después de pasarle un jabón por dentro al aparato, decide comer, que la vida sigue.
Hoy con la verdura, comerá atún.
Y de postre una naranja.
Y nutella, y a la mierda el encarrilamiento del dia.
La cefalea, mientras tanto, ha vuelto para quedarse.
Por lo menos hace sol. 

sábado, 3 de febrero de 2018

Bradbury*


Aquest text està escrit per a dues PERSONES, el gènere de les quals és irrellevant per a la història. Es parla de PERSONA 1 i PERSONA 2, si bé en el diàleg, la persona 1 té un nom.
PERSONA 1 – Marta / Pere

Els elements necessaris a l'espai són una vitrina/aparador/ tauleta on es troben els OBJECTES, un sofà/butaca/cadira on hi ha la MANTETA (de sofà), una prestatgeria/prestatge/superfície on es troben els LLIBRES
El comportament de la PERSONA 1 és de ritualització: Ha començat un procés que no pot deixar a mitges. Necessita completar-lo.
_________________
De fons /lluny / fora se sent soroll de sirenes i tràfic descontrolat, crits, plors.
LLUM, blanca, de cop.
Interior d'un apartament qualsevol. Sala d'estar. Dia.
La PERSONA 1 està ben vestida i pentinada, com per anar de festa i amb sabates posades.

La PERSONA 1 endreça. No ho fa de manera mecànica, ni ràpid, ni desacuradament.
Ho fa amb calma. Pausadament. Donant-se temps per a respirar. En una bombolla de pau.
Agafa un OBJECTE, amb delicadesa, el neteja amb un drap acaronant-lo.
No és un objecte qualsevol, té una història , hi ha un vincle afectiu amb aquest objecte. Mentre neteja, rememora aquesta història.
Abans de desar-lo al seu lloc, neteja el prestatge/superfície i el desa amb suavitat.
Mira el rellotge.
Mira la porta.
Sospira.
Agafa el segon objecte, amb delicadesa, el neteja amb un drap acaronant-lo. Abans de desar-lo al seu lloc, neteja el prestatge/superfície i el desa amb suavitat.
Mira el rellotge.
Mira la porta.
Sospira.
Agafa el tercer objecte, amb delicadesa, el neteja amb un drap acaronant-lo. Abans de desar-lo al seu lloc, neteja el prestatge/superfície i el desa amb suavitat i el gira fins que la cara “correcta” mira cap a l'esquerra.

Fa un pas enrere, es mira la vitrina/aparador/ tauleta, comprova si tot està a lloc.
S'apropa i mou l'objecte 1.
Es fica el drap a la butxaca.
Mira el rellotge.
Mira la porta.
Sospira.
Va cap al sofà/butaca/cadira. Agafa una MANTETA, la desplega, l'espolsa, l'olora abraçant-la, la plega curosament i la desa amb cura al sofà/butaca/cadira.
Camina cap al prestatge/prestatgeria.
Acarona els lloms dels llibres, amb les puntetes dels dits.
(des de cametes)

PERSONA 2 – Marta? Marta!

La PERSONA 1 sospira i es treu el drap de la butxaca.

S'obre la porta i entra la PERSONA 2, esbufegant, acalorada. Va despentinada i porta la roba bruta i descol·locada. Ha vingut corrents.

PERSONA 2 – Marta! (va cap a la PERSONA 1 i l'abraça. La PERSONA 1 no li torna) Marta?

La PERSONA 1 es desfà de l'abraçada i es gira cap als llibres. Agafa el primer de l'esquerra, el neteja, el deixa a lloc. Agafa el segon ... continua endreçant mentre la PERSONA 2 li parla.

PERSONA 2 – Marta, què fas? (mira al seu voltant) Marta (pausa) què coi fas? (pausa) vols parar? (pausa) però què fas? - cada frase una mica més fort que l'anterior.

PERSONA 1 – Endreço (mira el rellotge, sospira)

PERSONA 2 – Endreces...

PERSONA 1 – Endreço. (continua netejant llibres. Amb cura i delicadesa, com els OBJECTES, els acarona/fulleja abans de deixar-los a lloc.)

PERSONA 2 – Endreces... (plora) Marta si us plau, para. He vingut corrents des de l'oficina. Tothom s'ha tornat boig i ha sortit corrents i els telèfons han deixat de funcionar i ha marxat la llum... els carrers són un caos Marta. He vist gent saltant de finestres, gent emborratxant-se...he vist..... (es tapa la cara amb les mans, sanglota ... sospira, es neteja els ulls, mira la PERSONA 1 que segueix col·locant llibres) Marta... (va cap a la PERSONA 1, li pren el llibre de les mans i el llença a terra. La PERSONA 1 va a arreplegar el llibre, l'espolsa, acarona la portada, el desa a lloc) Marta amor meu, he vingut corrents des del centre per estar amb tu quan... corria pregant que fossis a casa perquè si no no sabia on podria trobar-te. I arribo, i estàs a casa i... que et passa Marta?... perquè endreces? D'aquí no res tot estarà desendreçat. Tu, jo, els llibres, les parets, tot tan desendreçat com es pot estar. D'aquí no res ... (plora)

PERSONA 1 – vull que tot estigui al seu lloc. (Desa el darrer llibre, mira el rellotge) Tot ben posat. (surt de l'habitació...torna sense el drap i amb una tovallola humida i una pinta / raspall, mentre parla li neteja la cara i les mans a la PERSONA 2 que continua plorant, li posa la roba a lloc i l'espolsa, la pentina, la besa) I ara tu ets aquí, i tot està endreçat, sabia que arribaries a temps i volia que tot fos perfecte, tot net, tot a lloc. I tu i jo junts. Abraça'm, i jo seré tu i tu seràs jo, i serem els llibres i els records. (Mira el rellotge, sospira, abraça la PERSONA 2, que també l'abraça. plora tranquil·lament) i les parets i les fotos i els quadres.
Abraça'm i ballem.

Ballen abraçats mentre la PERSONA 1 taral·leja una cançó (a poder ser Perfect Day de Lou Reed), torna a mirar el rellotge i abraça més fort a la PERSONA 2 sense deixar de taral·lejar.

Comença un soroll com un tro llunyà i continuat que s'apropa i cada cop és més fort, fins que és insuportable i de cop 

SILENCI & FOSC


*inspirat en el conte "Brodat" de Ray Bradbury







domingo, 28 de mayo de 2017

cuando el silencio era mi amigo

Leer mientras sólo se oyen cantar los pájaros
avanzar un proyecto escuchando la risa de los niños en sus juegos
caminar entre los ruidos de la ciudad
...
mientras en mi monólogo interior hilaba ideas, imaginaba mundos, construía edificios de palabras.
todo esto es lo que he perdido desde que el silencio no es mi amigo.
ahora vivo rodeada de palabras que no son las mías, que llenan mi cabeza y no dejan que las ideas afloren.
Las palabras de otros no dejan que mis miedos broten. los mantienen a raya y así puedo respirar.
Y así, mientras cada día vivo mil historias ajenas, la mía languidece en un rincón oscuro.

lunes, 24 de abril de 2017

Los Libros Y Yo


No tengo recuerdos prelectura, simplemente aprendí a leer muy pronto. Cuentan en casa que a los cuatro años podía leer de corrido el periódico y dice mi madre que si no sabía donde estaba (y no me había ido corriendo a casa de la abuela para no hacer la cama) seguro que estaba en algún rincón, perdida en un libro.
Leer es para mi un placer, un vicio y una obsesión; la literatura me ha abierto puertas a mundos sorprendentes y a mi propia alma.
Puedo releer un libro hasta desgastarlo y abandonar otro tras haber leído un puñado de páginas porque, que se le va a hacer, nací con un espíritu crítico y hay páginas que no merecen mi tiempo, a no ser que necesite leerlas para pasar un examen o lo haga con la intención de decorarlas con post-its en homenaje a su agramaticalidad, carencia de lógica, errores en la traducción y memeces varias. Quiero aclarar que sé que mi prosa es muy imperfecta y nada me haría más feliz que el ver uno de mis textos mejorado con post-its de colores y notas al margen y acentos corregidos en boli rojo.
No sé si el hecho de que esas historias inventadas y los personajes que las pueblan sean tan importantes en mi vida es algo bueno o una señal de que algo no anda del todo bien en mi cabeza. No sé hasta qué punto es normal llorar desconsoladamente a lágrima y moco tendido porque un libro se acaba y tienes que decir adiós a todo un mundo, o porque un personaje muere cuando ya era como de la familia, pero a mí me pasa. No muchas veces, pero me pasa. Me pasó con la Tierra Media, me pasó con Dumbledore y aún estoy de duelo por Yaya Ceravieja.
A veces pienso que igual perderme en mundos de ficción no me ayuda mucho a capear los temporales y galernas del mundo real, ese del día a día, del sol que sale por la mañana, del mundo de los adultos con sus facturas, impuestos y obligaciones, de las plantas en la ventana que hay que regar o se agostan en mayo. Pero es tan fácil tirarse de cabeza en la primera página y huir, como huía de pequeña a casa de la abuela. Y ahí es donde vivo yo, en esa falta de equilibrio entre monólogo interior y conversaciones de cafetería, entre vida y letra impresa.

verde


Despierta, vístete, ¿dónde están tus zapatos? Llaves, móvil, cartera... hasta luego amor, sube al coche venga, ponte el cinturón ... cada día vamos más tarde. Holamamáhoyvendrémástardequetengounareuniónsivesquesehacemuytardeledaslacenatuhastaluegocariñopórtatebienynohagasenfadaralosabuelosunbesoadiós.
Así empezaban las mañanas aquel verano y yo llegaba medio dormida a la cocina de los abuelos y al vaso de leche con Colacao y galletas María.
Los abuelos vivían en un chaletito de esos que nacieron en el campo pero se vieron engullidos por la marabunta urbana y eran entonces un archipiélago de casitas con jardín en medio de la ciudad.  Cuando yo llegaba los abuelos ya habían desayunado, pero el abuelo siempre me robaba una galleta de camino al patio mientras la abuela estaba distraída con el periódico.
Durante la mañana el abuelo solía trajinar por el jardín, moviendo macetas, arrancando hierbas, regando y arreglando los desastres que le ocasionaba con mi afán por ayudar. Yo lo seguía acribillándolo a preguntas sobre las plantas, los pájaros, los bichos; incluso tenía mis macetas y las cuidaba con un amor de esos que matan... aquel verano ahogué tres cactus y hasta conseguí que un geranio se cansara de estar vivo.
Otros días iba a comprar con la abuela y le insistía en que me enseñara a tejer. Ella era una tejedora incansable; pero a mí no me tocó ese gen en el reparto y en mis muestras siempre había agujeros de más y puntos de menos; nunca conseguí que mis puntos fueran todos iguales pero no por eso dejaba de intentarlo porque el gen de la tozudez sí que lo heredé.
Algunos días dejaba tranquilos a los abuelos y exploraba la casa por mi cuenta. Podía mirar en los armarios si no desordenaba la ropa, jugar con los recuerdos de la vitrina si era cuidadosa y usar la máquina de escribir. La máquina me fascinaba, el mecanismo, el ruido al apretar las teclas, la magia de la palabra impresa. Me podía pasar horas jugando a ser una gran escritora poseída por las musas apretando teclas a toda velocidad y llenando folios de galimatías o escribiendo una historia poquito a poco para no equivocarme, casi, ni una sola vez. Pero no tenía permiso para tocar los libros de los abuelos. Podía leer los míos, o los de cuando papá era pequeño que estaban en el estante más bajo, pero los otros, los de los títulos exóticos y los lomos con letras doradas, esos no.
La hora de la siesta era sagrada en aquella casa. Hasta que el reloj del salón daba las cuatro no se oía ni una mosca y en teoría todo el mundo dormía. Pero a mí no me gustaba hacer siesta y cuando estaba segura de que dormían, me levantaba y, de puntillas, jugando a ser una exploradora en el territorio de una tribu peligrosa o una espía tras las líneas enemigas, me paseaba descalza por la casa.
Un día, aburrida de ganar guerras y cartografiar selvas ignotas fui a buscar un libro para leer en el patio. Pero leer un cuento no era propio de espías y exploradores y allí, justo delante de mis ojos estaba El Libro. Tenía las tapas verdes y en dorado se leía La Isla Misteriosa, el mejor título de todos los tiempos. Desde que lo leí la primera vez había imaginado un centenar de islas con sus misterios misteriosos ¿se parecería el misterio del libro a alguno de los que yo había imaginado? Hoy era el día de descubrirlo: Cogería el libro con cuidado, leería un ratito y lo devolvería a su sitio antes de que se levantaran los abuelos.
Y cogí el libro y sentada en la butaca del salón lo abrí y empecé a leer.
Al principio fue un poco decepcionante porque no decía nada de ninguna isla pero salía un globo y eso también era interesante, leí un poco y lo dejé en su sitio antes de las cuatro. Al día siguiente, envalentonada porque la hora de la siesta llegó sin que nadie me regañara por coger el libro, me lo llevé al patio. Estaba leyendo sentada en el poyete que seguía la pared al fondo del patio, debajo del tilo, cuando oí a papá llamándome desde el recibidor. Con el corazón saliéndoseme del pecho me saqué la camiseta, envolví el libro y lo dejé encajado entre una maceta con un helecho enorme que tenía a mi lado y la pared. Papá había acabado pronto en el trabajo y venia ¡para llevarme a la piscina!
Aquella tarde en la piscina fue la más larga de mi vida. Al llegar a casa oí a papá comentarle a mamá que había disfrutado más él que yo, sonaba triste. Claro que yo había estado toda la tarde pensando un plan para devolver el libro a su sitio antes de que nadie se diese cuenta.
Me despertaron los truenos. Y empecé a llorar. Esa noche no dormí más, cada vez que cerraba los ojos veía el libro convertido en un montoncito de pasta de papel con trocitos verdes y dorados dentro de mi camiseta.
Por la mañana llegué a casa de los abuelos arrastrando los pies y cabizbaja, como los cristianos cuando los llevaban al circo. Pero sin cantar.
En la mesa de la cocina estaban esperándome el vaso de leche y las galletas. El abuelo pasó cogió una y se fue al patio. Lo seguí. La tormenta había roto ramas y había tumbado algunas macetas y él estaba poniendo orden. La maceta con el helecho seguía en su sitio. Fui hacia allí y miré detrás. Pero mi camiseta no estaba. Había una bolsa de plástico en su lugar. La cogí sin entender nada y miré dentro. Era un libro; era la Isla misteriosa, pero sin tapas verdes ni letras doradas. Me giré y allí estaba el abuelo con el libro verde en la mano, esto mejor no se lo explicamos a la abuela, dijo sonriendo.